CANCIÓN PARA LA ESTACIÓN DE LLUVIAS
Escondida, oh escondida
entre la alta niebla,
la casa donde vivimos,
bajo la roca magnética,
con lluvia, montada de arcoíris,
de donde las bromelias negro
sangre, líquenes,
búhos y las hilos de agua
de las cascadas se adhieren, familiares,
espontáneamente.
En una edad oscura
de agua
el arroyo canta estridente,
desde la caja torácica
de un helecho gigante; el vapor
trepa sin esfuerzo
por la tupida
maleza, se retuerce,
envolviendo a ambas,
roca y casa,
en una nube privada.
Por la noche, gotas ciegas
se arrastran sobre el tejado
y el búho comúnmente marrón
nos da pruebas de
que sabe contar:
cinco veces —siempre cinco—
patea y se va
después que las gordas ranas que,
croando de amor,
se encaraman y suben.
Casa, casa abierta
al blanco rocío
y el amanecer blanco como la leche
agradable a los ojos,
que pertenece a los pececillos de plata,
ratón, gusanos de libros,
grandes polillas; con un muro
para el ignorante
mapa del moho;
oscurecida y empañada
por el cálido toque
de la cálida aliento,
maculada, adorada,
regocíjate! Pues una época
futura será diferente.
( diferencia que mata,
o intimida, mucha
de toda nuestra pequeña vida sombría!)
Sin agua
la gran roca quedará
desimantada, pelada,
no más tiempo llevando
ni arcoíris, ni lluvia,
ni el indulgente aire
ni la alta niebla disipada;
los búhos se marcharán
y las diversas cascadas
se secarán
bajo el continuo sol.
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