TIRONES
Lengua de pan negro y agua pura,
cuando una azada te revuelve
el cielo entra en actividad.
Nuestros brazos enamorados ennegrecen,
nuestros brazos obreros se anudan.
Sólo la fuerza
de volcarse en el barranco
nuestro cadáver sucesivo
y mi biblioteca de piedras.
Tu nuca, más abajo que la piedra,
tu cuerpo más desnudo
que esta mesa de granito…
Sin el trueno de una sola de tus pestañas,
¿te habrías vuelto la misma
lisa e imperceptible enemiga
en el polvo de la carretera
y la memoria del glaciar?
Amores sinuosos, volved,
rasgad el cuerpo clarividente.
Con la inmovilidad convertida en
un viaje puro y afilado,
tú esperas tu degollación
por el hacha de las tinieblas
de este cielo monótono y loco.
Ah, que brote y vuelva a caer,
tu sangre ciclópea
sobre las labranzas exhaustas,
¡y nuestros labios muertos!
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