martes, 18 de septiembre de 2012

MICHEL LEIRIS





Mi libro de canto dorado que no quiero leer de cabo a rabo.
Mi tarta de aniversario que no precisa de velas para estar iluminada.
Mi alcohol que transporta sin náuseas ni dolor de cabeza.
Mi banco para una inmaterial suerte de carpintería
Mi barco de recreo siempre listo para hacerse a la mar.
Mi violín que se hace melodía en cuanto mi mano roza sus cuerdas.
Mi arma de precisión no atacada por la herrumbre.
Mi aurora en los verdes jardines y en las pilas de carbón.
Mi sendero del bosque jalonado de blancos guijarros.
Mi fábula demasiado maravillosa para sufrir el post-scriptum de una moraleja.
Mi castillo de torrecillas múltiples, desvanecido apenas se baja el puente levadizo.
Mi unidad, en la presencia y en la ausencia.
Mi alfabeto -de arco iris a zodíaco- con viñetas pintadas en los tonos más ácidos,
                    y en los tonos más suaves.
Mi desgarrón y lo que zurce
Mi prueba por el nueve.
Mi parte y mi todo.
Mi panacea.
Mi suerte.
Mi razón y mi sinrazón.
Mi frescor y mi fiebre.

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